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El ejército argelino: vector de cambio o de riesgo

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Bouteflika ha dimitido tras veinte años en la presidencia sin ocasionar un vacío de poder en Argelia, puesto que representaba una pieza más en la oligarquía político-militar del país norteafricano. 

Desde la conquista de la independencia por parte de los argelinos, el Ejército Nacional Popular (ENP) es una figura de peso en el sistema político del país, haciendo acto de presencia en numerosas ocasiones, véase la negativa del mismo a la aceptación por parte de Bouteflika del Dossier del Sáhara Occidental, que pudo concluir el conflicto de baja intensidad, debido a las presiones militares.

En este sentido, el ejército, liderado por Gaid Salah, se constituye como un poder más en la denominada familia revolucionaria, compuesta por los líderes políticos del Frente de Liberación Nacional (FLN) que constituyen gobiernos desde la independencia, las élites castrenses y del servicio secreto (DRS) y los oligarcas de las empresas de extracción de hidrocarburos como Sonatrach o Sonelgaz.

 

Vector de cambio o de riesgo

El ejército argelino es uno de los ejércitos profesionales más capacitados de África seguido de su vecino marroquí, el ejército egipcio y el sudafricano. Estas capacidades se contemplan en dos planos, la veteranía del mismo y el plano material.

En el primero de ellos, observamos un ejército nacido en la Guerra de Independencia (1954-1962) que lleva operativo desde entonces. Dicha veteranía se demuestra en la Guerra de las Arenas contra Marruecos (1963), la función de control y orden público que ejerce y su eficacia contraterrorista. Éstos últimos convierten a Argelia en uno de los países norafricanos donde ni el terrorismo yihadista ni las protestas de la Primavera Árabe fueron capaces de desestabilizar el régimen, aun siendo constantes y violentas. El ejército cumple a la perfección su función de soft security junto con los servicios de inteligencia (DRS) entre los cuáles existe una férrea enemistad. Destacando en este aspecto las purgas políticas que vienen sucediéndose en el ejército y el servicio secreto como la destitución del general Mohamed Mediene, alias Toufik.

Los grupos terroristas que descomponen a los países del Magreb y el Sahel, como AQUIM, MUYAO o los propios tuaregs, en pocas ocasiones han atentado en suelo argelino, destacando los ataques de Tamanrasset en 2013. De esta forma, el control de fronteras, la defensa militar del país, la versión soft comunicativa que posee el mismo ejército y la prohibición del islamismo radical en la política nacional arrojan cierta continuidad a la estabilidad de Argelia. Aun así, sigue vivo el conflicto social en las regiones de Cabilia y Chauía (Argelia) a las que se suman las protestas en los núcleos urbanos del norte y las regiones despobladas y empobrecidas del sur del país y los corredores sahelianos.

Esta inestabilidad interna puede reorientar los intereses del poder argelino y retirar los contingentes desplegados en las fronteras con Libia, Túnez, Níger, Malí y Marruecos para sofocar las revueltas urbanas, descuidando así el plano exterior, tal y como ocurrió en la década negra. Aun así, cabe mencionar los esfuerzos argelinos en materia exterior, donde destacan la creación del CEMOC compuesto por países del entorno magrebí y el servicio de inteligencia conjunta, el UFL. Manteniendo al gigante magrebí como una potencia regional en materia de seguridad y defensa.

Respecto a sus capacidades, Argelia mantiene una carrera armamentística con Marruecos y dota a su ejército de unas capacidades tecnológicamente avanzadas, aunque hasta hoy siguen orientándose al plano defensivo. Sin embargo, Argelia es un socio comercial y estratégico de Rusia y desde 2010 esta relación comercial se ha extendido al gigante asiático y otros países europeos en lo que a la compra de armamento se refiere. Al igual que ha ocurrido en otros países de África, Oriente Medio y América Latina, no hay que descartar el posicionamiento de las potencias en dicha disputa de poder, atendiendo al interés ruso por el puerto submarino de Mers El-Kebir, el interés chino por el puerto comercial de Cherchell y el interés norteamericano por la seguridad en el AFRICOM, que monitoriza desde Stuttgart (Alemania) y Tan Tan (Marruecos).

Argelia es un actor fundamental en la lucha contra el terrorismo internacional que opera en el Sahel y mantiene emplazamientos como el de Tamanrasset, en el sur del país, que forma parte del cinturón de seguridad contraterrorista en la franja sur del Magreb. Mientras el área de influencia de Boko Haram siga extendiéndose desde Nigeria hacia el norte de África, la inestabilidad en países como Argelia o Libia suponen una amenaza al complejo de seguridad de bajo nivel del Magreb.

Las capacidades militares de Argelia, sobre todo en el ámbito submarino y tecnológico se han disparado en comparación a sus competidores de la región, donde destacamos la flota naval y sus seis submarinos clase Kilo 636M y la proliferación de sistemas de misiles balísticos S-300, S-400 e Iskander E rusos y sistemas HQ-16 chinos. De esta forma, Argelia puede generar dilemas, amenazas de denegación de área y quiebras en la seguridad regional, que también podrían afectar a los países del sur de Europa, aun manteniendo un orden de batalla defensivo, una proyección autolimitada constitucionalmente y un área de influencia magrebí en expansión.

 

El factor Sáhara

No podemos olvidar en el desarrollo de la crisis argelina el papel que juegan los saharauis. Los campamentos situados en Tinduf, al sur del país; la asistencia logística y humanitaria que transcurre por el corredor sahariano de las zonas ocupadas o de amortiguamiento (Buffer Strip); y el apoyo diplomático e internacional que siempre han prestado los argelinos a la República Saharaui (RASD) pueden alterarse radicalmente con esta crisis.

Un cambio en el liderazgo o la deriva violenta de Argelia pone en peligro los intereses y las vidas de los saharauis y el Frente Polisario; así como mantienen a Marruecos a la espera de cualquier mutación o cambio en la correlación de fuerzas militares y políticas para actuar. Primero, en el reconocimiento internacional de las zonas ocupadas, luego de maximizar su hegemonía militar regional por la que compite con Argelia y, por último, sus aspiraciones territoriales y económicas que mantiene desde la tregua de 1963 ante una Argelia debilitada. Cabe mencionar la expansión militar alauita en sus cinco dominios, desde el lanzamiento de satélites hasta el refuerzo de sus capacidades aéreas, con la compra y modernización de los F-16V de exportación estadounidense.

El conflicto de baja intensidad que libran las dos potencias magrebíes podría dar lugar a la intervención del reino alauita en el conflicto, como ya se viene denunciando desde hace años desde Argel a través de técnicas de desinformación y sabotaje. Sin embargo, ante un debilitamiento argelino, podríamos contemplar una ofensiva marroquí por el Sur y Noroeste con un perfil convencional de aspiración territorial; ataques estratégicos aéreos contra sus líneas defensivas o, incluso, la generación de un conflicto asimétrico o de guerra compuesta en el que el Frente Polisario y otros grupúsculos que actúan en la zona entren en juego. Sin olvidar, en este aspecto, las prácticas del DRS entre las que destacamos la creación, financiación e instrumentalización de grupos terroristas como Ansar Dine.

 

Escenarios políticos de Argelia

En este sentido, se barajan posibles escenarios de cambio y de riesgo en la región debido a la falla social y el descabezamiento político que vive Argelia, país en cuyo imaginario colectivo pervive la década negra que sufrió a finales del siglo XX.

Por un lado, se prevé la continuidad del partido en el poder, el Frente de Liberación Nacional (FLN) a través de una liberalización política de contrastes limitados; donde se mantenga Said Bouteflika, hermano del líder recién cesado, como un poder gris o encubierto. Aunque dicha personalidad mantienen graves enfrentamientos con cargos depuestos del DRS como el ex capitán Hichem Aboud.

Como caso completamente adverso, se plantea un golpe de Estado por parte de las élites castrenses (similar a la Primavera Árabe egipcia), lideradas por Gaid Salah, Oficial General del ENP o, por el contrario, por una facción militar liderada por Mohamed Mediene, alias Toufik, general apartado del DRS en 2013. Dicho esto, la participación del ejército en esta situación da lugar a un escenario lleno de hostilidades.

Otros escenarios posibles son la apertura a un proceso constituyente y democrático a modo de Primavera Árabe tunecina, donde las diversas formaciones políticas y partidos bisagras del poder compitan y negocien el proceso. Este escenario también aguarda una disyuntiva clara. Debido al solapamiento del FLN al Estado argelino, ésta puede aventurarse como formación privilegiada en dicho proceso o, por el contrario, tanto la formación dominante como el sistema de partidos argelino pueden haberse ulcerado. En este último caso, huelga destacar figuras individuales como posibles liderazgos post Bouteflika, como Rachid Nekkaz, millonario francoargelino muy unido a las protestas de los jóvenes. Dicho esto, cabría esperar la conformación de un régimen de oligarcas y la lucha de poder entre los mismos.

Por su parte, podríamos hilar los acontecimientos que se están desencadenando con los ocurridos en 1991, donde las protestas en la calle contra el régimen refuercen a formaciones políticas outsiders como los islamistas del Frente Islámico de Salvación (FIS). Como dato de interés, en 1991, esta formación obtuvo la mayoría en las zonas urbanas del norte del país, donde se encuentra el foco de las protestas.

Por último y no por ello menos importante es aquel escenario en el que la escalada del conflicto cívico-militar llegue a descomponer las estructuras gubernamentales y sociales, sembrando el terreno para la expansión de los grupos terroristas desde el corredor saheliano hasta la franja útil del norte del país, como ocurrió en Malí o Libia. Algunos autores alzan la voz sobre la posibilidad de que las capacidades armamentísticas del gigante magrebí cayeran en manos terroristas y se usasen en un conflicto fratricida, étnico y político. Ante esa situación, en la que Argelia puede descomponerse en un Estado fallido o frágil, las decisiones pasarían de Argel a otros países y organizaciones internacionales como Francia, la Unión Europea o la OTAN.

Al menos, uno de los elementos que destaca en todos los escenarios es la debilidad y la dependencia económica de Argelia a los hidrocarburos, cuya extracción securitiza a través de sus Fuerzas Armadas, véase Reggane, Tamanrasset o Illizi, en la frontera libia. Una falla en la red de extracción y exportación de recursos puede determinar la crisis y el tono del conflicto.

En cualquier caso, los acontecimientos se están desarrollando muy rápidamente y aún no se han movido todas las piezas del tablero argelino.

Mario Guillamó Román es estudiante de cuarto curso del Grado de Ciencias Políticas y de la Administración en la Universidad Pablo de Olavide de Sevilla (UPO). E-mail: Guillamomario@gmail.com