De Al Aqsa a Dahiya: La evolución doctrinal del Tsahal
Análisis GESI, 45/2017
Resumen: En 2006 Israel sufrió su primera derrota operacional en el sur del Líbano debido a la profunda confusión doctrinalque arrastraron a esa guerra sus Fuerzas de Defensa. Posteriormente se ha analizado cómo las capacidades para sacar conclusiones positivas de esa derrota se vieron potenciadas por algunas las características idiosincrásicas que se atribuyen a la cultura organizativa de las IDF.
Sin embargo, la tesis de este artículo es que la existencia de la Doctrina Dahiya, el esfuerzo de revisión llevado a cabo y las reformas acometidas indican lo contrario y que los cambios introducidos no suponen una auténtica transformación doctrinal si no más bien una profundización en unos principios previamente existentes que solo pueden garantizar mayores dosis de fuerza bruta en el futuro.
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Introducción
El 12 de Julio de 2006 guerrilleros de Hizbollah cruzaron la frontera del sur del Líbano y lanzaron una emboscada sobre una patrulla del ejército israelí (IDF). Tres soldados israelíes resultaron muertos, tres heridos y dos más fueron secuestrados. Esta acción fue el desencadenante de una guerra de 34 días de duración en la que las IDF sufrieron lo que se ha considerado como su primer fracaso operacional (1). El shock causado por esta derrota provocó el estallido de una importante crisis interna en el seno de la sociedad y del ejército israelíes. Tras una investigación posterior, la Comisión Winograd llegó a la conclusión que:
“Israel inició una larga guerra, que terminó sin una victoria militar clara. Una organización semi-militar de unos pocos miles de hombres resistió, durante unas semanas, al ejército más poderoso de Oriente Medio, que disfrutaba de la superioridad aérea, de superioridad numérica y de ventajas tecnológicas.” (2)
El resultado de esta Segunda Guerra del Líbano cuestionó las capacidades, la doctrina y la capacidad de adaptación de las IDF frente a los nuevos escenarios híbridos propuestos por sus enemigos no-estatales. En definitiva, se puso en tela de juicio por primera vez la imagen de invencibilidad de Israel y se dañó su capacidad disuasoria (3).
Israel, que ha sido considerado tradicionalmente como un caso extremo del “síndrome alemán”(4), había mantenido su último conflicto a gran escala en el valle de la Bekaa en 1982 frente al ejército Sirio. Desde entonces, se había limitado a usar la fuerza fundamentalmente en conflictos de baja intensidad (LIC). Este hecho era el reflejo de la evolución del conflicto Árabe – Israelí, que había ido perdiendo de manera paulatina su dimensión como pugna entre Estados dejando el campo libre para la intervención de nuevas organizaciones no-estatales como Hamás o Hizbollah (5).
Esta transformación del conflicto contribuyó a erosionar las capacidades de unas IDF que hasta el momento habían basado todas sus victorias en la maniobra, en el uso de armas combinadas y en la explotación del éxito en la retaguardia operacional del enemigo (6). Sus continuos éxitoshabían contribuido a dotarlas de un status cuasi mítico para la mayoría de la sociedad israelí y cimentó la reputación del Estado de Israel como un poder militar capaz de vencer en un conflicto de alta intensidad a cualquiera de sus vecinos árabes o a cualquier coalición compuesta entre ellos.
Y si bien la OTAN define como doctrina los principios fundamentals por los que las fuerzas militares guían sus acciones para conseguir sus objetivos y se suele afirmar comúnmente que Helmuth von Moltke el Viejo fue el primer creador de una doctrina military coherente tras publicar sus “Instrucciones” en 1869 (7), también se ha escrito que en las IDF el mismo Moltke jamás habría logrado llegar a general (8). Esta paradoja ayuda a explicar dos de los rasgos culturales más característicos de las IDF: su orientación a lo práctico y un anti-intelectualismo, que pone el acento en el conocimiento práctico por encima del conocimiento abstracto (9). Los oficiales de las IDF han sido definidos tradicionalmente como “soldados prácticos”, formados en una cultura estratégica basada en la intuición, la tendencia a ensalzar la improvisación por encima de la planificación, el culto a la fuerza material y una fuerte creencia en las capacidades tecnológicas.
De hecho, en la promoción interna en el seno de las IDF siempre se ha valorado la experiencia en combate y la capacidad contrastada por encima de logros intelectuales o de la capacidad de innovación conceptual. Este enfoque se ha vinculado tradicionalmente con el ethos de los fundadores del Estado de Israel y del propio Tsahal y se resume en la célebre sentencia de Moshe Dayan:
“Prefiero un exceso de iniciativa y acción, aunque suponga algunos errores aquí y allí, a la pasividad de ‘sentarse y no hacer nada’ bajo la excusa del papeleo y de siete autorizaciones previas.” (10)
Esta actitud contribuyó a crear una cultura organizacional en la que la adaptación estratégica y la transformación han brillado a menudo por su ausencia. Como consecuencia las IDF han esquivado a menudo grandes debates e innovaciones y han visto mermadas sus capacidades debido a una actitud conservadora en términos de doctrina y de adaptación organizacional y estratégica (11).
Transformación
Fueron los años 90 los que marcaron el punto de inflexión para la transformación de la doctrina militar de Israel. El fin de la Guerra Fría, la derrota de Iraq en la primera Guerra del Golfo, el establecimiento de la nueva Revolución en Asuntos Militares (RMA), la transición de la sociedad israelí hacia valores materiales y posmodernos y la distensión en el conflicto Árabe-Israelí, fruto del proceso de paz, fueron factores importantes que contribuyeron a un cambio de gran envergadura en el pensamiento estratégico israelí. Si en el glorioso pasado de las grandes guerras Árabe-Israelíes el foco había descansado en una política expansionista, para finales de los 90 y principios del año 2000 éstese había desplazado hacia una contracción estratégica materializada en las retiradas del sur del Líbano en el año 2000 y de la franja de Gaza en 2005.
En paralelo iba tomando forma la idea de que las guerras del futuro no se decidirían gracias a la capacidad de maniobra. De modo que a través de un proceso de emulación, una doctrina tecno-céntrica centrada en la nueva RMA empezó a dominar el pensamiento militar israelí. Se trataba de conseguir el éxito en el combate a través de la superioridad tecnológica, el uso de tecnologías de la información, losataques de precisión, el uso intensivo del poder de fuego y operaciones limitadas sobre el terreno. Se confiaba en que el uso exclusivo del poder aéreo con las nuevas municiones guiadas permitiría obtener resultados decisivos.
El impulso intelectual para estas ideas vino de la mano de un grupo de líderes militares que, encabezados por el Brigadier General Shimon Naveh, lanzó una profunda revisión de las nociones doctrinales de las IDF en un claro ejemplo de lo que definiríamos como cambio pre-planeado. Naveh estuvo al cargo del Instituto de Investigación en Teoría Operacional en el período de 1995-2005. Él y otros oficiales buscaron redirigir el enfoque doctrinal de las IDF mediante la introducción de ideas, conceptos y términos prestados de campos como la psicología, la teoría literaria, la arquitectura y la filosofía posmoderna francesa. Este nuevo concepto doctrinal insistía en el rol central del poder aéreo y de la superioridad tecnológica y desestimó la ocupación física del terreno y el uso de la maniobra (12).
Este nuevo enfoque doctrinal coincidió en el tiempo con el estallido de la primera intifada. Las IDF introdujeron paulatinamente técnicas y equipos policiales para el control de disturbios y otras medidas no-militares mientras que unidades encubiertas eliminaban a los militantes palestinos más extremistas. El objetivo era lograr un desgaste paulatino con el fin de agotar al adversario a través de acciones tácticas a pequeña escala. Pese a que la idea consistía en ajustar el grado de fuerza a aplicar a la naturaleza de levantamiento popular que caracterizaba a la Intifada, el uso de la violencia fue siempre cualitativamente desproporcionado con el fin de disuadir a los insurgentes y para cohibir a la población que les apoyaba (13). En este contexto, las tropas y sus mandos empezaron a percibir a mujeres y niños armados con piedras como una amenaza(14) al mismo tiempo que desde los escalafones superiores se desestimaba conscientemente la posibilidad de ganar los “corazones y las mentes” de los palestinos.
Esta aproximación, que se ha bautizado como “segar la hierba”, cristalizó cuando el pensamiento estratégico Israelí llegó a la conclusión de que se enfrentaba a un largo conflicto de desgaste contra enemigos de perfil no-estatal como Hamás o Hizbollah con los que se consideraba imposible llegar a un acuerdo de paz. Bajo este enfoque, el uso de la fuerza no pretendía cumplirunos objetivos políticos. El objetivo que se perseguía era puramente militar y consistía en infligir un nivel de daño suficiente a esas organizaciones que permitiera debilitar y limitar su capacidad para dañar a Israel. Puesto que no era posible influir en su comportamiento político, el uso de la fuerza se concebía como una herramienta para lograr un restablecimiento de la capacidad de disuasión (15). Este enfoque estratégico se concretó en una estructura operacional de “defensa activa” basada en la combinación del uso de poder aéreo, asesinatos selectivos (16), incursiones terrestres y en la introducción de sofisticados equipos de vigilancia electrónica como UAVs, sensores y sofisticados sistemas de mando y control.
Sobre el terreno, esta teoría se materializóen dos operaciones lanzadas contra Hizbollah: “Responsabilidad” (1993) y “Uvas de la Ira” (1996) y en la operación “Escudo Defensivo” (2002) lanzada contra los palestinos en Nablús. En las dos primeras las IDF combinaron incursiones terrestres de unidades de operaciones especiales con ataques aéreos y artilleros masivos. En ambos casos se apoyaron en un uso masivo del poder de fuego y prácticamente no maniobraron. En cambio en “Escudo Defensivo” las IDF introdujeron un nuevo concepto táctico para combatir a los milicianos palestinos (17). Pese a que se siguió relegando la maniobra de grandes formaciones, el foco pasó a una presión táctica muy persistente. En el curso de esta operación se lanzó un ataque simultáneodesde siete direcciones diferentesapoyado por infiltraciones de unidades de operaciones especiales que penetraron en profundidad en el área controlada por los milicianos palestinos. El movimiento de la Brigada Golani en esa operación se basó en un “avance constante” dirigido por información de inteligencia actualizada que llegaba hasta las pequeñas unidades de primera línea en un ejemplo de lo que se ha denominadoposteriormente como un “ataque en enjambre” que causó el caos entre los palestinos (18). Los mismos principios se aplicaron posteriormente en Tul Karem y Ramallah con gran éxito. En todos estos casos, sin embargo, las operaciones y la doctrina de las IDF se encontraban encajados en el marco de una mentalidad de LIC que producía, a veces, resultados paradójicos como, por ejemplo, la adopción oficial del mando tipo misión en 1993, cuando este sistema había dado sus mayores frutos en la etapa entre 1956 y 1973 (al ser, de hecho, parte esencial de la doctrina no-escrita de las IDF) y justo en el momento en que el síndrome de las pantallas de plasma (entendido como la dependencia que mostraron los mandos israelíes respecto a los nuevos sistemas de mando y control digitales) estaba permitiendo su injerencia directa en las operaciones y en la toma de decisiones tácticas (19).
En paralelo el poder civil, en el contexto de las retiradas de la franja de Gaza y del sur del Líbano, redujo el presupuesto de defensa. En 2003 las IDF adoptaron el plan “Kela” que implicó importantes recortes en personal, equipo, entrenamiento y mantenimiento. Fruto de estos recortes los programas de I+D en áreas clave como la defensa frente a cohetes y la protección frente a misiles anti-tanque (especialmente el sistema Trophy para los Merkava) sufrieron retrasos y cancelaciones lo que tendría importantes consecuencias estratégicas (20).
Fracaso
Al estallar la Segunda Guerra del Líbano la estrategia inicial israelí se apoyó exclusivamente en el uso de su fuerza aérea (IAF) que logró destruir el arsenal de cohetes de largo alcance de Hizbollah durante un ataque de 36 minutos en el primer día de operaciones. Los ataques se extendieron durante los días siguientes al resto de la infraestructura de la organización en el Líbano y a su Cuartel General en Dahiya pero no era posible acabar con los más de 12.000 cohetes de corto alcance de los que disponía puesto que eran muy difíciles de localizar desde el aire. Sin embargo la presión del ataque aéreo durante la primera semana de la guerra empujó a Hizbollah a aceptar un alto el fuego. Este sería el “punto culminante” para Israel puesto que, pese a que era evidente que sus objetivos militares no podían cumplirse exclusivamente mediante el empleo del poder aéreo, sus dirigentes no aceptaron un acuerdo que podría haberles facilitado la mayor parte de los objetivos políticos que se habían propuesto (21).
La solución estratégica consistió en el lanzamiento de incursiones a través de la frontera en entidad de batallón y brigada por parte de las unidades de tierra. La escala de estas incursiones era inadecuada para lograr los objetivos tácticos fijados dado el nivel y la sofisticación del entramado defensivo preparado por Hizbollah y las unidades de las IDF, atadas en corto en todo momento por sus oficiales superiores por miedo a sufrir un número elevado de bajas, fueron utilizadas de manera tímida y fracasaron en la toma de posiciones simbólicas como la de Bint Jibeil. Las carencias estructurales de las IDF tras casi 20 años enzarzadas en conflictos de baja intensidad se hicieron rápidamente patentes mientras que los cohetes siguieron cayendo sobre el norte de Israel hasta el último día de la guerra.
Hizbollah fue capaz de incidir en dos graves debilidades de las IDF. En primer lugar y en el plano táctico, una fuerza israelí “tecno-céntrica” podría haber sido capaz de hacer frente a un enemigo de perfil asimétrico y disperso. Hizbollah, en cambio, concentró sus capacidades para defender su sofisticado sistema defensivo de un modo convencional. Sin embargo, en el plano estratégico, las IDF afrontaron el conflicto desde una perspectiva convencional y es en este contexto que los ataques con cohetes sobre el norte de Israel por parte de Hizbollah buscaron obtener (y consiguieron) un gran impacto político, es decir, logrando cumplir sus objetivos con un enfoque asimétrico de manual.(22)
Israel había entrado en la guerra con graves carencias en la preparación de sus IDF (equipo, adiestramiento, planificación y logística)y cometió graves errores en el planeamiento estratégico. La decisión de responder a Hizbollah con una acción a gran escala se tomó sin tener en cuenta las características del teatro libanés y sin una lógica estratégica que conectase las acciones militares con los objetivos políticos a alcanzar. Se depositaron expectativas irreales en las capacidades del poder aéreo y en la ventaja tecnológica. Además, existió una deficiente coordinación de la fuerza aérea con las unidades terrestres y una profunda aversión a sufrir un número elevado de bajas. Por un lado las IDF se habían retirado del sur del Líbano en el año 2000 tras un largo período de ocupación mientras que, por el otro, la sociedad Israelí había sufrido profundos cambios que la habían acercado a un modelo post-heroico, haciéndola muy reticente a sufrir bajas en combate.
Formulación
Los grandes fracasos suelen producirse por uno o varios de estos tres motivos: errores a la hora de anticipar, de aprender o de adaptarse. En este sentido, parecía evidente que la necesidad para aprender y cambiar debería versepotenciada por algunas las características idiosincrásicas que se suelen atribuir a la cultura organizativa de las IDF como son el espíritu crítico, una mentalidad abierta hacia la advertencia de errores, la insistencia en el aprendizaje y el hábito de extraer lecciones aprendidas para detectar y corregir los errores detectados.
Existe, además, una tradición establecida en el seno de la clase política israelí y de las IDF para potenciar la investigación corporativa sobre las causas del fracaso. En este caso se constituyó la Comisión Winograd del mismo modo que se habían constituido la Comisión Agranat tras la Guerra del Yom Kipur en 1973 o la Comisión Kanah tras la Guerra del Líbano de 1982. El impulso fundamental de estos procesos de revisión crítica, sin embargo, consiste en el sentimiento de inseguridad crónica que caracteriza al análisis estratégico israelí y la conciencia de su escaso margen de maniobra fruto de lo que se ha denominado una “mentalidad de asedio”.
Al finalizar la Segunda Guerra del Líbano, las líneas de trabajo principales consistieron en realizar un esfuerzo honesto de investigación y de crítica interna sobre el origen de los problemas, en la mejora de la actuación conjunta aire-tierra y asignación de una unidad de control aéreo táctico para cada brigada terrestre y en asegurar una mayor disponibilidad de recursos para revertir los problemas detectados en la logística, mantenimiento y el entrenamiento junto al impulso renovado de programas de I+D como el Trophy o el sistema anti-misiles Iron Dome (23).
Sin embargo también se produjo una reacción negativa ante lo que se consideró una postura doctrinal “asimétrica” de las IDF en el sur del Líbano. Como indicó el Comandante en Jefe del Mando Norte Gadi Eisenkot:
“(La próxima vez) Destruiremos el Líbano y no seremos disuadidos por las protestas del mundo. Pulverizaremos las 160 aldeas chiíes que se han convertido en bases militares. . . Esta estrategia no es una amenaza pronunciada por un oficial apasionado, sino un plan aprobado.” (24)
La lógica subyacente tras esta perspectiva, que posteriormente se ha conocido como Doctrina Dahiya, es muy simple: la fuerza militar debe devastar todos los puntos débiles de la sociedad enemiga incluyendo sus intereses económicos, centros de control civil, infraestructura estatal y comunicacionesantes de concentrarse en los combatientes enemigos. De este modo se espera difuminar la amenaza militar y restaurar la capacidad de disuasión. Es difícil constatar hasta qué punto la Doctrina Dahiya tiene un status oficial, pero su mera existencia teórica, confirmada por diversas fuentes y filtraciones (25), pone de relieve cómo pudomoldear realmente el resultado de la guerra el debate doctrinal en el seno de las IDF (26), demuestra que existieron puntos de vista distintos y que se reconoció, al menos por parte de algunos, que era necesaria una aproximación diferente con la que hacer frente a un nuevo conflicto en el Líbano (27). Que este plan pueda haberse concebido sin pararse a pensar que formular los objetivos militares en términos políticos puede ser muy costoso en términos de legitimidad y que puede resultar moralmente irresponsable, y estratégicamente contraproducente, aplicar un castigo colectivo al conjunto de la sociedad libanesa por las acciones de una milicia sostenida por potencias extranjeras parece no importar demasiado a sus creadores.
Ejecución
Si bien por ahora parece difícil determinar con precisión qué camino van a seguir las IDF en términos de enfoque intelectual y doctrinal, el diseño del componente aéreo y de la operación “Plomo Fundido” (2008-2009) parece basadoclaramente en el espíritu de la Doctrina Dahiya. Hamás fue el objetivo de esta operación en la franja de Gaza que se inició con un potente ataque aéreo que destruyó cientos de blancos geo-localizados identificados previamente por los servicios de inteligencia. El componente terrestre estaba compuesto por cuatro Brigadas que contaron con un eficaz apoyo de helicópteros de ataque y de aviones de combate F-16 y F-15I que se concentraron en el apoyo aéreo cercano en lugar de atacar objetivos estratégicos o de realizar misiones de interdicción. La operación fue bien planeada y bien ensayada y se dejó plena autonomía a los mandos sobre el terreno para la toma de decisiones (28). El mando táctico y el liderazgo se reforzaron con la presencia de los oficiales junto a las tropas sobre el terreno. En contraste con 2006, las órdenes fueron directas y claramente articuladas.
Sin embargo, pese a que la acción en Gaza no fue una operación de una escala similar a la del Líbano y pese a que las capacidades de Hamás estaban muy por debajo de las de Hizbollah, el perfil de la operación parece indicar qué es lo que está por venir: una nueva entrega de esta peculiar combinación de falta de imaginación y de adaptabilidad que empieza a ser una característica recurrente del pensamiento militar israelí. Y su influencia no solo es aparente en la planificación operacional; También parece evidente en su ejecución, de modo que los elementos de la vieja fórmula (apoyo aéreo cercano, masivos bombardeos artilleros, máxima concentración de tanques e infantería) parecen haber sido introducidos mecánicamente en la ecuación al margen de toda otra consideración, exceptuando un incremento aritmético en la potencia de cada uno de sus componentes, que garantizan una dosis mayor de fuerza bruta. Y si bien “Plomo Fundido” fue un éxito en el plano estrictamente militar, su ejecución resultó especialmente costosa en términos de legitimidad, imagen y prestigio debido al brutal impacto que tuvo en la población civil de la franja de Gaza.
Conclusiones
La guerra es un entorno complejo y los enemigos de Israel son cada vez más sofisticados. Parece que a lo largo de las últimas décadas o bien las capacidades y la experiencia de las IDF han disminuido o que, por el contrario, son las capacidades y experiencia de sus enemigos los que han aumentado reduciendo así, de cualquier modo, el margen de ventaja cualitativa con el que siempre han contado los israelíes. Mantener esa ventaja pasa no solo por una apuesta por la tecnología y la disuasión. También parece necesario un progreso intelectual que permita a las IDF no solo disponer de “soldados prácticos” si no también de estrategas formados, de “soldados intelectuales” que puedan ofrecer respuestas doctrinales y adaptativas en un contexto estratégico voluble y lleno de nuevas amenazas.
Sin embargo el esfuerzo de revisión llevado a cabo tras la Segunda Guerra del Líbano y las reformas acometidas no parecen un inicio prometedor puesto que no suponen un auténtico cambio de doctrina si no un refinamientoy un ajuste de unos principios previamente existentes.
El auténtico salto cualitativo a nivel doctrinal lo representa, por ahora, la Doctrina Dahiya y sus potenciales implicaciones estratégicas, políticas, morales y humanitarias revelan que en el seno de las IDF los “soldados prácticos” partidarios del enfoque material y tecno-céntrico pueden seguir señalando el camino que seguirán las IDF.
Eduard Farré Gaitán es Licenciado en Ciencias de la Información por la UAB y Máster en Estudios Estratégicos y Seguridad Internacional [1] por la Universidad de Granada.
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Editado por: Grupo de Estudios en Seguridad Internacional (GESI). Lugar de edición: Granada (España). ISSN: 2340-8421.
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