
Occidente se encuentra en una encrucijada marcada por nuevos fenómenos representados por la multiculturalidad, la identidad y la violencia radical. Estos factores llegan en un momento en el que el mito de la progresiva secularización de las sociedades ha dado paso a la realidad de un creciente protagonismo del factor religioso, dentro y fuera de nuestra civilización. Occidente se encuentra frente a diversos desafíos que exigen buscar modelos de relaciones entre los países y las religiones capaces de encauzar la convivencia pacífica, democrática y respetuosa de los derechos humanos. Tal cauce no puede ser alcanzado desde un separatismo entendido de forma rígida, sino desde modelos de acomodación y cooperación, que permitan también la relevancia pública de las creencias
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