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Inteligencia Artificial y Robotización: una odisea humana

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Cuando se cumplen cincuenta años del estreno de 2001: Una odisea del espacio, resulta de interés plantearse algunas cuestiones que el género cinematográfico apuntaba hace años, sobre todo cuando se habla de Inteligencia Artificial (IA) y la robotización.

Para empezar, hace falta remontarse a los grandes acontecimientos en la historia de la humanidad como la industrialización o la entrada en la era digital, creando cambios en todas las dimensiones humanas (social, económico, político, etc). En todo este proceso histórico, dentro de las economías de mercado, el propio mercado ha sido el gran regulador de la oferta y demanda en cuestiones laborales. Sin embargo, con la gran revolución económica que cada día está más cerca (la cuarta revolución industrial), quizás no se llegue a comprender la magnitud del impacto que tendrá la misma en el ámbito de la seguridad, tanto a nivel del individuo como a nivel estatal.

En todo el proceso histórico de cambio tecnológico en la historia de la humanidad, el miedo a la tecnología o tecnofobia ha sido la tónica habitual a partir de la aparición de nuevos inventos. Este miedo cíclico a los avances tecnológicos se refleja en la leyenda de Ned Ludd durante la industrialización británica. También ha sido el caso durante los años ochenta hasta comienzos de siglo, con el miedo a las “máquinas” y la inteligencia artificial. Un ejemplo claro se percibió durante la presentación de las primeras computadoras tipo PC y de Apple. Con cierto recelo el público asistente temía que aquellas aparentes inofensivas máquinas sean capaces de volverse contra nosotros, sobre todo por parte de un sector tecnófobo que temía a la inteligencia artificial. Este miedo ha sido en gran medida alimentado por la imaginación filmográfica, recogida en el imaginario colectivo a partir de películas como 2001: Odisea en el espacio, Blade Runner o, Teminator. Posteriormente se ha explotado esta visión en Matrix, Yo Robot, entre otras películas y series.

Sin duda redactar un artículo sobre el futuro implica un análisis prospectivo en profundidad, para evitar caer en la futurología, con menor rigor científico y metodológico. Sin embargo, permítase la licencia de articular algunas ideas sobre un posible impacto del desarrollo tecnológico actual. Si en el artículo sobre el Entorno Operativo Futuro, Alberto Bueno, comentaba la necesidad de incluir la ficción como brain-storming para la prospectiva, para hablar de los desafíos futuros en el entorno operativo, el presente artículo se centra en una posible consecuencia de aquel hipotético escenario, que señalaba Mario Toboso en el Terrorismo 2050.

En cuanto a las principales tendencias que se pueden vincular al desarrollo tecnológico son:

1) La robotización de los procesos de producción y en otros sectores

2) La difusión de la Inteligencia Artificial

3) El empoderamiento individual (privacidad)

4) Hiperconexión de las personas y mayor difusión de las ideas

5) El uso de la IA y robotización con fines estratégicos y de seguridad

6) Creación de monopolios del sector tecnológico

Cabe esperar que en un futuro distópico no muy lejano las tendencias señaladas tengan las siguientes consecuencias: el aumento del paro (sustitución de trabajadores por robots), aumento de la desigualdad económica y malestar social, posible difusión de ideas radicales, aumento de actos violentos contra la tecnología. Estos factores son un caldo de cultivo para el terrorismo tecnológico, donde se repetiría un escenario histórico como es el neoludismo, teniendo por precursor al tristemente célebre terrorista Unabomber, Theodore Kaczynski. En ese escenario, es cuestión de tiempo que el desencanto de la población desempleada encuentre consuelo a su malestar en la violencia contra la tecnología que la ha sustituido. De esta manera, el manifiesto del Unabomber se convertiría en el libro de referencia para el hipotético terrorismo neoludita, posiblemente vinculado a otras ideas radicales como el ecofacismo y otras ideologías política extremistas “tradicionales” como la extrema derecha e izquierda. Aunque en la actualidad las acciones terroristas relacionadas con la tecnología se quedan en el ámbito de los ciberataques.

Por otro lado, haciendo un recorrido de otras esferas, los ciberataques entre Estados, actores no estatales contra Estados (caso en Asia) u otras organizaciones, concentran toda la atención en lo que respecta a ciberseguridad. Apuntando en este sentido, diferentes Estados empiezan a dar señales de estar interesados en invertir en la IA, como Francia. A su vez ha aumentado la rivalidad en el ciberespacio entre las grandes potencias como China y Estados Unidos o Rusia. Igualmente, aunque parezca que la ciberseguridad se limita al ámbito estatal o empresarial, cierto es que la privacidad es una de las dimensiones que más afecta al individuo. No es de extrañar que uno de los primeros pasos a favor de la privacidad en Europa sea la General Data Protection Regulation (GDPR). Con este tipo de regulaciones lo que se pretende es evitar nuevos casos como el de Cambridge Analytica o Human Data Research.

A pesar de que actualmente se encuentre monopolizada la seguridad y el sector tecnológico en los ciberespacio y uso de drones, con un horizonte temporal mayor se tendría que anticipar situaciones que puedan generar situaciones distópicas y disruptivas con la tecnología. De esta manera, la anticipación, a partir de indicadores y alertas temprana, podrá facilitar la mejor adaptación y al contexto que se avecina y detectar posibles tendencias tecnológicas que generen inseguridad. En todo caso, siempre que se respeten las leyes de la robótica de Isaac Asimov, el futuro puede que se aleje cada vez más de una distopía, pero se tendrán que ir incluyendo nuevas regulaciones.

Para terminar, el argumento a favor del terrorismo tecnófobo parte de una premisa  pesimista del futuro de la  tecnología. Sin embargo, la historia de la humanidad también incluye adaptación y resiliciencia, ante las nuevas circunstancias laborales, como centrarse más en el factor humano (aquello en lo que somos mejores que las máquinas) para evitar la disrupción tecnológica. Naturalmente se crearán nuevos puestos de trabajo vinculados a las nuevas tecnologías que aparezcan, así como se producirá un nuevo cambio sociológico y axiológico que cambiará las formas de relacionarnos.

Bernardo Rodríguez es politólogo por la Universidad de Granada, Máster en Estudios Estratégicos y Seguridad Internacional y miembro GESI.